Caribe Nipponica. Parte I

ASIA/PROYECTO VES
José Álvarez-Cornett
(@chegoyo en Twitter)
CARACAS (Chegoyo.com)
31 de octubre, 2019

Este collage tiene como fondo una foto del Mar Caribe del artista japonés Hiroshi Sugimoto (1990), superimpuesta lleva escrita la palabra «Bosomaru», la cual fue el nombre de un barco de investigación marítimo japonés que surcó el mar venezolano entre 1955 y 1956 , y un mapa con la ruta de dicho barco.

ENGLISH VERSION (forthcoming here)

 

わたの原 八十島(やそしま)かけて 漕(こ)ぎ出でぬと
人には告げよ 海人(あま)の釣り舟
参議篁(11番) 『古今集』羈旅

Wata no hara/yaso shima kakete/kogi idenu to/
Hito ni wa tsugeyo/ama no tsuri bune

Sobre el ancho mar
hacia sus muchas islas distantes
mi barco alza las velas.

¿Los botes pesqueros apiñados aquí,
proclamarán al mundo mi viaje?

Poesía de Ono no Takamura (参議篁, 802–853),
poema No. 11 en la recopilación de poemas
de Fujiwara no Teika titulada:
Ogura Hyakunin Isshu.

 

La relación de los japoneses con el Mar Caribe venezolano es poco conocida. A pesar de que la inmigración japonesa en Venezuela fue pequeña, su influencia en el desarrollo científico y tecnológico del país ha sido notable, especialmente en las ciencias biomédicas y del mar.

En uno de nuestros artículos sobre la inmigración japonesa en Venezuela habíamos señalado cuáles fueron las áreas tecnocientíficas que cultivaron los japoneses en el país: las ciencias marinas, específicamente la oceanografía y la investigación pesquera, ciencias de los alimentos, química de productos naturales, biofísica, medicina, matemáticas, ciencias de los materiales, telecomunicaciones, petróleo y gas en particular, tecnologías relacionadas con la producción y combustión de la Orimulsion® y tecnologías de producción de gas , en metalurgia (acero y aluminio) y en el análisis de riesgo y prevención de desastres.

Recordando que Venezuela es un país caribeño, pero también tropoandino, destacamos una colaboración técnica importante entre médicos japoneses y venezolanos realizada, entre 1982 y 1987, en el Centro de Control de Cáncer Gastrointestinal, en San Cristóbal, estado Táchira, para estudiar y prevenir el cáncer gástrico la cual fue financiada por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (mejor conocida por sus siglas en inglés, JICA — Japan International Cooperation Agency); el cáncer gástrico es la principal causa de muerte por cáncer en el estado Táchira, y, según lo menciona Nobert Molina Medina, más de 50 médicos y técnicos japoneses vinieron a Venezuela en relación con este proyecto el cual, incluso, se proyectó hacia al vecino país de Colombia.

En este ensayo revisaremos un conjunto de elementos históricos sobre la presencia japonesa en el Mar Caribe con énfasis en los aspectos más relevantes ocurridos en el Mar Caribe hispánico y, en especial, sobre las actividades de los japoneses en el Mar Caribe venezolano en oceanografía y ciencias del mar. Este trabajo es parte de la línea de investigación NIHON VES del PROYECTO VES y también forma parte de la iniciativa Seminario Nipponica Venezuelensis.

¿Cuál ha sido la relación de los japoneses con el Mar Caribe? ¿Cómo es que los japoneses llegaron al Mar Caribe y a investigar en el Mar Caribe venezolano? ¿Cuáles fueron los resultados y las consecuencias?

Este ensayo está dividido en tres partes:

PARTE I
Una estela japonesa por el Mar Caribe (1613-1860)  

PARTE II
Los países caribeños y la inmigración pionera japonesa

PARTE III
Los japoneses en el Mar Caribe venezolano 

En la primera y segunda parte, con el objetivo de tener una perspectiva global de la inmigración japonesa en el Caribe hispánico, se tratará la presencia japonesa en el Mar Caribe desde los primeros tiempos (es decir, desde el siglo XVII). En la tercera parte nos enfocaremos en la presencia japonesa en el Mar Caribe venezolano y en las investigaciones pesqueras y oceanográficas realizadas en el país por los científicos japoneses. También se hará mención a la inmigración japonesa que resultó como producto del fin de las actividades pesqueras japonesas en Venezuela.

Este ensayo concluirá y aquí nos estamos adelantando sugiriendo que la mejor forma de presentar toda la información existente (y la que aún queda por investigar) sobre la presencia nipona en el Mar Caribe hispánico, con el objetivo de que estos hechos no se queden solo en el ámbito académico, y para darla a conocer al público en general,  es mediante la realización de una exposición itinerante por la región tentativamente titulada: «CARIBE NIPPONICA, los japoneses en el Mar Caribe. Una experiencia científica, pesquera e inmigratoria».

La comprensión de una cultura diferente es un asunto complejo y el camino para el entendimiento es largo. Esperamos que este trabajo sirva para acercar más a los venezolanos (y, porque no, también a nuestros hermanos hispanoamericanos) con el pueblo japonés.

Invitamos a los lectores de los ensayos de PROYECTO VES a conocer sobre esta encantadora y poco conocida historia. Advertimos a nuestros lectores que, de acuerdo a la onomástica japonesa, en este ensayo los apellidos preceden a los nombres.

Como es costumbre, antes de proseguir con el ensayo, presentamos unas palabras sobre la iniciativa PROYECTO VES y la línea de investigación NIHON VES. 

 

 

Sobre PROYECTO VES y NIHON VES

En PROYECTO VES queremos relatar la historia de los aportes a la ciencia y al desarrollo tecnológico realizados en Venezuela por los científicos y tecnólogos japoneses que han vivido entre nosotros. Para ello, creamos la línea de investigación NIHON VES; algunos resultados preliminares ya han sido publicados en cuatro trabajos.

Creado en el 2013, PROYECTO VES es una iniciativa de investigación independiente para estudiar los perfiles de vidas de la migración tecno-científica en Venezuela (esto incluye la inmigración de científicos e ingenieros extranjeros a Venezuela y la emigración de científicos e ingenieros venezolanos a otros países).

VES es un acrónimo con doble significado, cuando se refiere a la inmigración de científicos e ingenieros extranjeros a Venezuela, VES significa: «Vinieron, Educaron y Sembraron: las buenas semillas de la inmigración en ciencia y tecnología en Venezuela» y, cuando se refiere a la emigración reciente de científicos e ingenieros venezolanos a otros países, VES significa: «Viajaron, Emigraron y Surgieron: los buenos frutos de la emigración venezolana en ciencia y tecnología». Para tener una visión global del PROYECTO VES, aunque, desafortunadamente, sin la mención a la línea NIHON VES, los invitamos a ver el siguiente póster académico.

El objetivo de la línea de investigación NIHON VES es estudiar los aportes relacionados con las ciencias fisico-matemáticas realizados por científicos e ingenieros japoneses en Venezuela (entendiendo a las ciencias fisico-matemáticas de una forma bastante amplia para incluir la computación, aspectos ingenieriles y de ciencia aplicada) y, también, para estudiar los aportes, principalmente, a la física y ciencias de los materiales de los científicos venezolanos que viven (o han vivido) en JapónCon NIHON VES también queremos estudiar las colaboraciones entre laboratorios de investigación venezolanos y japoneses y dar una mirada a la educación en el Japón de cientos de científicos e ingenieros venezolanos.

En el año 2018, Venezuela y Japón celebraron el octogésimo aniversario del establecimiento de las relaciones bilaterales y el nonagésimo aniversario de la emigración japonesa en Venezuela.

Ese año, como parte de las celebraciones, para juntar esfuerzos y hacer sinergía en el estudio de la cooperación académica, científica y tecnológica entre Japón y Venezuela, varios investigadores del área de historia de la ciencia y la tecnología adscritos a diferentes instituciones, creamos el programa de investigación: Seminario Nipponica Venezuelensis. Historia de las Relaciones en Ciencia, Tecnología y Medicina entre Japón y Venezuela. La idea es que los otros participantes en el Seminario Nipponica Venezuelensis cubran los temas de estudio (por ejemplo, medicina) que la línea de investigación NIHON VES no estudia.

PROYECTO VES rescata el pasado. ¡Apóyanos!

A pesar de la adversidad que nos tiene abrazados a todos quienes vivimos en Venezuela y de estar sometidos a una terrible dinámica sociopolítica nacional que hace tan difícil la vida cotidiana, tratamos de seguir investigado y publicando, sin embargo, la situación actual nos ha puesto en una penosa situación de supervivencia extrema que pone en peligro las investigaciones.

PROYECTO VES es una iniciativa de investigación independiente que necesita financiamiento para poder darle continuidad a las líneas de investigación. Si deseas apoyar de nuevo al PROYECTO VES y contribuir con nuestro empeño en investigar para rescatar la historia del aporte extranjero al desarrollo científico y tecnológico de Venezuela y para descubrir los éxitos y logros en ciencia y tecnología de la diáspora venezolana en el extranjero, puedes usar PayPal para hacer una donación pulsando en el botón DONATE mostrado abajo.

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PARTE I

Una estela japonesa por el Mar Caribe (1613-1860)

 

Mapa del Mar Caribe. Fuente Wikipedia.

Tal vez, muchos se sorprenderán al saber que la presencia de japoneses en el Mar Caribe es muy antigua. No pretendemos hacer aquí una relación detallada de esta bella historia con la cual se podrían escribir muchos libros gruesos, solo deseamos dar cuenta de los aspectos principales relacionados con Japón y el Mar Caribe hispánico, pero sin olvidarnos del trasfondo histórico que con frecuencia desborda a las fronteras geográficas. Sin embargo, para llegar a la historia de los japoneses en el Mar Caribe, deberemos empezar primero en Japón y en el Virreinato de Nueva España y hacer una breve travesía por la historia.

La primera parte de nuestro ensayo está relacionada directa o indirectamente con hechos que ocurrieron en Japón entre 1549 y 1860. Es decir, con aspectos de la historia de Japón que transcurren entre las últimas décadas del inestable periodo Sengoku (戦国時代) o periodo de los estados combatientes (1467-1600/1603; una fase de la historia japonesa con muchos conflictos sociales, políticos y militares y de lucha por el poder que culmina en 1600 con la Batalla de Sekigahara que le dio la victoria decisiva al clan Tokugawa) y los inicios del relativamente más tranquilo periodo Tokugawa o shogunato Tokugawa (también llamado estado militar Tokugawa Bakufu, 徳川幕府) que va de 1603 a 1868.

La Parte I del ensayo, a su vez, está dividida en dos grandes segmentos. El primero relacionado con la llegada de los europeos y la religión católica a Japón y la llamada Embajada de Hasekura en 1614, su paso por el Caribe (y corta estancia en Cuba) y algunas de sus consecuencias. Y un segundo segmento  o sección relacionado con la primera Embajada japonesa a Estados Unidos en 1860 y su tránsito por Panamá (que para ese entonces era un Departamento de la República de Colombia). No es posible escribir sobre estos temas sin presentar el transfondo histórico que llevó al envío de estas Embajadas, por lo que, junto con los hechos que deseamos narrar, necesariamente se tienen que incluir resúmenes históricos complementarios.

¿Cipango en dónde estás?

Antes de entrar en el tema, veamos una curiosidad histórica sobre las relaciones entre España y Japón.

En octubre de 1492, cuando Cristóbal Colón escuchó mencionar a los aborígenes que vivían en lo que hoy conocemos como las islas Bahamas que existía otra gran tierra llamada Colba (Cuba), Colón pensó que ese lugar debía ser Cipango (es decir, Japón). Aquí debemos recordar que en la planificación de su primer viaje Colón, en parte, estuvo influenciado por un mapa mundi de Paolo del Pozzo Toscanelli (1397-1482) en donde se indicaba que el camino más corto para llegar a China era viajar hacia el oeste por el Oceáno Atlántico.

La idea geográfica del mapa de Toscanelli mostrada junto con una silueta del continente americano. Fuente: Wikipedia.

El domingo, 21 de octubre de 1493, Colón escribió en su diario:

(…) Yo quería henchir aquí toda la vasija de los navíos de agua, por ende, si el tiempo me da lugar, luego me partiré a rodear esta isla fasta que yo aya lengua con este rey y ver si puedo aver de él oro, que oyo que trae, y después partir para otra isla grande mucho, que creo que deve ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba, en la cual dizen que ha naos y mareantes mucho y muy grandes, y desta isla otra que llaman Bofio [Bohío, es decir La Española, la actual isla caribeña de Santo Domingo], que también dizen que es muy grande (…)

SECCIÓN I

La llegada de los primeros europeos a Japón 

Ahora, cabe preguntarse ¿cuándo fue que España tuvo los primeros contactos con Asia? Resumidamente, los hechos ocurrieron así:

Por orden del rey Carlos I de España (Carlos V del Sacro Imperio Romano), en 1527, el conquistador Hernán Cortés envió al explorador Álvaro de Saavedra Cerón (¿?-1529) a reconocer el Océano Pacífico. Ya, en 1521, el explorador portugués Fernando de Magallanes había tomado posesión para España de unas islas que conformaban un archiepiélago las cuales, posteriormente, en honor al príncipe Felipe (Principe de Asturias), hijo del rey Carlos I, recibieron el nombre de Felipinas (que luego cambió a Filipinas).

Existía, sin embargo, un grave problema. Aunque era relativamente fácil viajar de la costa pacífica de Nueva España hacia las islas Filipinas, no se sabía cómo regresar a Nueva España por el Pacífico. Es decir, la ruta del viaje de regreso, el llamado tornaviaje, no era conocida. Por ello, varios de los exploradores españoles que llegaron a las Filipinas debieron regresar a Europa con el auxilio de los portugueses vía la ruta portuguesa a Europa por el Oceáno Índico y rodeando el Cabo de Buena Esperanza hacia el Oceáno Atlántico.

Pero, en 1564, en un épico viaje transpacífico liderado por Miguel López de Legazpi (ca. 1502-1572) y con la participación del navegante vasco Andrés de Urdaneta (1498-1568), este último descubrió la ruta de regreso a Nueva España al navegar desde Filipinas hacia al norte, hacia el archipiélago japonés, y, luego, la corriente marina del Pacífico, llamada Kuroshio (黒潮) o Kuro Siwo, lo llevó a las costas de California y de allí navegó hasta Acapulco. La historia del descubrimiento del tornaviaje es fabulosa, aunque aquí no la podemos contar, referimos al lector al trabajo «Andrés de Urdaneta y el tornaviaje de Filipinas a Nueva España» de Antonio Mira Toscano (2016).

Esta ruta, iniciada en 1568, pero formalmente convertida, en 1593, en una ruta comercial, fue llamada el Galeón de Manila o también la Nao de China o el Galeón de Acapulco (ver mapa), y permitió el comercio entre Asia con Nueva España y la metrópoli española (principalmente con Sevilla). Con frecuencia, el irreverente clima (léase tifones) lanzó a no pocos barcos españoles y portugueses a las costas japonesas cuando estos subían hacia el norte para tomar la corriente de Kuro Siwo. Recordemos aquí que, hasta la independencia de México en 1821, Filipinas dependió del Virreinato de Nueva España.

El comercio con Asia, via las islas Filipinas, eventualmente, llevó a que en la localidad de Dilao, en la cercanías de Manila, se estableciera un asentamiento de japoneses. Para junio de 1570 se reportó en Manila la presencia de veinte japoneses. En junio de 1584, llegó al puerto de Hirado (en Kyūshū, Japón) el primer barco español y el señor feudal de la ciudad, Matsuura sugirió la posibilidad de la apertura oficial de comercio con Filipinas y al año siguiente envió un barco a Manila iniciándose un comercio regular que llevó al asentamiento más japoneses. Para el 1 de junio de 1593, había en Manila 350 japoneses, pero dos años después, en 1595, «la colonia japonesa de Manila llegaba a 1.000 personas», para 1623 eran ya tres mil japoneses en Manila (para detalles ver, La colonia de japoneses en Manila en el marco de las relaciones de Filipinas y Japón en los siglos XVI y XVII).

En resumen, para principios del siglo XVII existía un numeroso grupo de japoneses viviendo en dominios españoles. Algunos de estos japoneses pudieron haber viajado en el Galeón de Manila hacia Nueva España, entre la tripulación “china” que a veces venía en los galeones (esta tripulación “china”, principalmente, era de origen autóctono filipino quienes con frecuencia eran llamados “chinos” en los documentos de la época), y no haberse regresado a Filipinas convirtiéndose en los primeros inmigrantes japoneses novohispanos (ver más abajo el caso de Guadalajara).

Comparación entre las rutas españolas (línea blanca) y portuguesa (línea azul) de comercio entre  Asia y la península Ibérica. Fuente: Wikipedia.

El comercio con Asia se daba de la siguiente forma: los productos de China y Japón como las sedas, porcelanas y maderas finas y de otras partes de Asia por ejemplo, las especias de las Molucas llegaban a las Filipinas y, luego, en el Galeón de Manila hasta el puerto de Acapulco en Nueva España. En Acapulco los navíos descargaban las mercaderías y, luego, en arreo de mulas, estas seguían hasta Veracruz en donde eran guardadas en el islote fortificado de San Juan de Ulúa y de allí, posteriormente, salían en barco hacia el puerto de San Cristóbal de la Habana, en Cuba, para esperar allá a los otros barcos españoles provenientes de los diferentes puertos del Caribe hispano (Cumaná, Santo Domingo, Cartagena de Indias, Nombre de Dios) para salir todos juntos, escoltados por barcos artillados, en un convoy hasta los puertos sevillanos en España. Por otra parte, en la vía contraria, la plata americana producida en el Virreinato de Nueva España y el Virreinato del Perú servía para pagar las mercaderías asiáticas.

Mapa con mostrando los castillos y puertos princiales en el Mar Caribe. Fuente: NPS

Antes de continuar con la historia, es bueno que tengamos en mente un mapa de Japón. Este país es un archipiélago con muchas islas entre las cuales las principales son las islas Honshū (en donde están las ciudades Kioto, Tokio — que en aquellos tiempos se llamaba Edo y Osaka), Hokkaido (y su capital Saporo), Shikoku y Kyūshū (asiento de la ciudad-puerto de Nagasaki la cual fue fundada en 1570 por iniciativa del jesuita Cosme de Torres y del señor feudal Ōmura Sumitada, convertido al catolicismo, en base a una pequeña aldea pesquera del mismo nombre y de la localidad de Kagoshima al sur de la isla; recordemos aquí que la conocida comida tempuratenpura» en japonés) es una palabra de origen portugués en donde se dice «tempero» y entró por el puerto de Nagasaki). Los mercaderes portugueses se asentaron en Nagasaki junto con los jesuitas portugueses.

Como referencia geográfica es bueno tener presente el mapa de Japón con sus 4 islas principales: Honshū, Hokkaidō, Shikoku y Kyūshū. Fuente: Lonely Planet.

 

Mapa contemporáneo de la región de Kyūshū. Fuente: Wikipedia.

Nuestro relato histórico comienza en el siglo XVI cuando la expansión española y portuguesa por el mundo está en su pleno apogeo. Los viajes ibéricos por Asia llevaron a los españoles a la conquista de las islas Filipinas, al trato comercial con Japón por parte de los españoles y portugueses y a la subsiguiente introducción en Japón de la religión católica; la historia temprana del catolicismo en Japón la cual sentimos mucho no poder relatar aquí fue contada, en 1951, por el historiador Charles Ralph Boxer en su libro The Christian Century in Japan, 1549-1650 (La centuria cristiana en Japón, 1549-1650).

Padre Francisco Xavier (nacido como Francisco de Jasso y Azpilicueta). Fuente: Wikipedia.

La religión católica llegó a Japón, en agosto de 1549, con el arribo a Kagoshima, una localidad ubicada en la isla Kyūshū, la tercera isla más grande de Japón, de un padre jesuita, nacido en el Reino de Navarra y compañero de Ignacio de Loyola en la fundación de la Compañía de Jesús, llamado Francisco Xavier (1506-1552). Seis años antes, en 1543, los vientos arrebatados de un tifón habían arrojado a las costas de la pequeña isla de Tanegashima, una isla vecina a Kyūshū, a un barco en donde viajaban los marinos portugueses Antonio Peixoto, Francisco Zimoto y Antonio da Mota quienes fueron los primeros europeos en Japón.

El primer japonés en ser cristianizado fue un samurai llamado Yajirō (1511-1550) (弥次郎, ヤジロウ), también conocido como Anjirō, quien tuvo una vida agitada debido a un crimen que cometió en su tierra natal en el Dominio de Satsuma. En diciembre de 1547, Yajirō, quien se había escapado de Japón, conoció a Xavier en Malaca (que hoy es un territorio que forma parte de Malasia) y este lo llevó a Goa, India en donde Yajirō aprendió el idioma portugués y fue bautizado con el nombre de Paulo de Santa Fé. En abril de 1549, Francisco Xavier (o Javier) llevó a Yajirō a Japón como su interprete. Francisco Xavier predicó el cristianismo en Japón de 1549 a 1551.

La llegada de los europeos a Japón fue una nueva oportunidad para el comercio y el intercambio cultural. Muy pronto llegaron a Japón las armas de fuego europeas — los arcabuces de gran estima para los señores feudales (en japonés, 大名 Daimyō), como Oda Nobunaga, que, como ya se dijo al principio, estaban en esta época en un enfrentamiento continuo por el poder —, la ciencia occidental, la religión católica y los idiomas español, portugués y latín.

Es lamentable pero en estas líneas no es posible continuar contando toda esta fascinante historia de las primeras relaciones entre los japoneses y los españoles y portugueses en las islas de Japón. Tan solo señalaremos que producto del contacto surgió en algunos nipones, en especial, en aquellos que ya estaban cristianizados, la necesidad de conocer y hacer tratos comerciales con Europa (específicamente con el Reino de España — de hecho con la corona hispanoportuguesa — y el Papado en el Vaticano, en especial, para conocer al Papa).

Hacia finales del siglo XVI, entre 1582 y 1590, los japoneses enviaron una embajada de Japón a Roma, promovida por el padre jesuita Alessandro Valignano para conseguir apoyo del rey de España y Portugal y del Papa y recaudar fondos para la misión de evangelización jesuítica en tierras japonesas.  Recordemos que entre 1580 y 1640, Portugal fue regida por la Casa de Austria, es decir, que había una unión dinástica entre Portugal y España, y por tanto, ambas naciones estaban regidas por un mismo rey. Hoy en día, esta misión diplomática se conoce como la Embajada Tenshō, compuesta por cuatro adolescentes japoneses cuyo portavoz fue el joven noble japonés Itō Mansho (伊東 マンショ, 1570–1612), el primer emisario japonés enviado a Europa (Portugal, España y el Vaticano en Roma). Esta misión, cuyo viaje fue de ocho años y cinco meses, no pasó por el Caribe porque hizo el viaje de Japón a Macao, Goa (una colonia portuguesa en la India) y luego por el Oceáno Índico hacia Europa rodeando el continente africano.

También existieron embajadas españolas enviadas desde los dominios de la corona española en Filipinas y Nueva España, principalmente, para establecer relaciones comerciales y facilitar el trabajo de los religiosos católicos (franciscanos y jesuitas) en Japón, pero también por razones políticas y diplomáticas (para resolver conflictos que aquí no podemos detallar como los edictos anticristianos de shogunato Tokugawa y para pedir la expulsión de los holandeses de Japón).

Los japoneses enviaron la primera embajada a Manila en mayo de 1592 y una segunda en noviembre de ese mismo año. Por otra parte, la primera embajada española a Japón la envió el gobernador de Filipinas Gómez Pérez Dasmariñas quien, en junio de 1592, envió al cura y diplomático dominico Juan Cobo y luego, en octubre de 1593, también envió otra embajada a Japón con el franciscano Pedro Bautista. Entre 1594 y 1602, existieron varias misiones de Japón a Manila y viceversa. Luego en 1608, un personaje muy importante en esta historia Don Rodrigo Vivero, gobernador interino de Filipinas, dirige una comunicación al shogún Tokugawa Ieyasu y este le responde. Pocos meses después, en 1609, en su viaje de regreso a Nueva España, una tempestad arrojó a Vivero a las costas japonesas y este accidente facilitó dos de las misiones de Japón a Europa que vamos a relatar a continuación.

En 1610, en representación de intereses japoneses, tuvo lugar la misión a España del franciscano Alonso Muñoz a la cual nos referiremos en breve. Sin embargo, la misión diplomático-comercial más importante de Japón en el siglo XVII tuvo lugar entre 1613 y 1620 y es conocida en la historia con el nombre de la Embajada de Hasekura o, a veces, Embajada Keichō. Para otros detalles ver España y Japón en el siglo XVII: las dos Embajadas de la era Keichô (1596-1615).

A su paso por el mundo, la misión Hasekura dejó inmigrantes japoneses en Nueva España (hoy, México) y en la propia España, en la ciudad sevillana de Coria del Río (los descendientes sevillanos de estos inmigrantes japoneses del siglo XVII, hoy en día, llevan el apellido «Japón»; ver video). La Embajada Hasekura hizo una parada de rigor en Cuba en donde estuvo cerca de un mes, pero, lamentablemente, es poco lo que se sabe del tránsito de Hasekura por Cuba.

Esta historia es muy emocionante y tiene la particularidad de que la llegada de los japoneses a Nueva España fue también narrada, con una mirada no europea, en náhualt, por el cronista indígena Chimalpahin (1579-1660). Aclaramos que la Embajada de Hasekura no fue la primera visita de los japoneses a Nueva España, ya antes, en 1610, junto con el antiguo gobernador interino de Filipinas, el criollo novohispano Don Rodrigo de Vivero y Aberrucia (1564–1636), había llegado a Nueva España un grupo de japoneses acompañando al gobernador (ver La Embajada de los japoneses en México, 1614: el testimonio en náhuatl del cronista Chimalpahin de Miguel León Portilla, 1981). En este grupo viajaban el franciscano Alonso Muñoz antes mencionado junto con el jefe japonés de la misión, el técnico y mercader en metales de Kioto, Tanaka Shōsuke (田中勝助) enviado por el shogún retirado Tokugawa Ieyasu para acompañar a Rodrigo de Vivero. Solo que el Virrey de Nueva España de turno, Luis de Velasco y Castilla (1534-1617), decidió que los 23 japoneses, incluyendo al embajador Tanaka, se quedarían en Nueva España mientras que Alonso Muñoz viajaría solo a Sevilla a donde llegó en el otoño de 1611. De los miembros de esta misión, tres japoneses no regresaron a Japón convirtiéndose en los primeros inmigrantes japoneses en México.

El objetivo de franciscano Muñoz era conseguir que España (léase el Consejo de Indias y el rey Felipe III) validaran las negociaciones realizadas en suelo nipón entre el shogunato Tokugawa y el antiguo gobernador Don Rodrigo de Vivero quien había arribado a Japón, el 30 de septiembre de 1609, cuando el galeón San Francisco, la nave en la cual viajaba de Filipinas a Nueva España al termino de su interinato como Gobernador de Filipinas naufragó al sur de Edo (cerca de lo que hoy es Onjuku, prefectura de Chiba), debido a una gran tempestad, lo que le permitió a Vivero tener una estancia de diez meses en suelo nipón y conocer y negociar con los dos shogunes: el gran Tokugawa Ieyasu, ya retirado en Sumpu, provincia de Suruga (hoy, Shizuoka), y, el shogún incumbente, en Edo (Tokio), su hijo, Tokugawa Hidetada (para detalles leer El novohispano que negoció con el shogún). 

Esta validación real era necesaria porque Vivero, debido a que su arribo a Japón fue accidental, carecía de poderes formales para negociar. Las negociaciones incluian, en asuntos económicos, un acuerdo sobre una línea de viaje directa y el comercio entre Japón y Nueva España (de Uraga, en Kanagawa, a Acapulco) y, en asuntos religiosos, permitirle a los padres franciscanos la predicación libre del catolicismo (no podemos entrar aquí en detalles pero hay que señalar que en asuntos espirituales había en Japón una gran rivalidad e intereses encontrados entre los padres luso-jesuitas y los hispanos-franciscanos).

Pero, existían muchos intereses que negaba la posibilidad del comercio hispano-japonés. En el ámbito político había temor por parte de los españoles al adiestramiento naval de los japoneses (los japoneses querían aprender a construir barcos como los europeos y aprender la navegación oceánica) y, por otro lado, los japoneses se negaban a la expulsión de Japón de los holandeses (quienes en ese momento tenían derecho a comerciar con Japón desde el puerto de Hirado, en Kyūshū y no había pasado mucho tiempo desde el ataque holandés a Filipinas en octubre de 1609), aunque, como lo señala Carlos Martínez Shaw, el problema principal que negaba la viabilidad del comercio hispano-japonés «desde un punto de vista mercantil, eran la falta de complementariedad entre Japón y Nueva España y la imposibilidad de que los filipinos [es decir, los españoles en Manila] aceptasen un Galeón japonés en paralelo y en competencia con un Galeón filipino». Aunque su viaje se realizó sin mayores dificultades, las negociaciones de Alonso Muñoz fracasaron.

La Embajada de Hasekura deja inmigrantes por el mundo

Mapa de la ruta de la Embajada de Hasekura.

En su tránsito de Japón al Vaticano, via Nueva España, Cuba y España, y de regreso a Japón via Nueva España, la Embajada de Hasekura Rokuemon Tsunenaga (1571–1622), que duró casi 7 años desde que salió del puerto de Tsukinoura, en Sendai, Japón, el 28 de octubre de 1613 (en su viaje de regreso, Hasekura llegó a Nagasaki en agosto de 1620), tuvo un impacto en la región hispana más allá de los objetivos diplomáticos de su misión los cuales, al igual que las negociaciones de Alonso Muñoz, no tuvieron el éxito deseado por los japoneses y algunos españoles, aunque Hasekura hizo el viaje de ida y vuelta, y se entrevistó con el rey Felipe III (el 30 de enero del 1615) y con el Papa Pablo V (en noviembre del 1615) y hasta recibió del Senado romano la ciudadanía romana). Veamos algunos detalles del viaje.

Hasekura en Roma. Fuente: Wikipedia

En realidad, se puede considerar que la Embajada de Hasekura es una continuación de la fallida embajada que llevó a Alonso Muñoz a España; ambas embajadas están conectadas por las diligencias hechas en Japón por Don Rodrigo de Vivero y el padre franciscano Luis Sotelo, martirizado en Japón en 1624 (aquí hay que señalar que, en la anterior embajada, fray Luis Sotelo trabajó en la planificación del viaje pero no pudo ir por enfermedad y tuvo que ser sustituido por el franciscano Alonso Muñoz). 

Una diferencia importante entre ambas misiones es que la embajada de Tanaka Shōsuke y Alonso Muñoz fue autorizada y ordenada por el shogún Tokugawa Ieyasu (llevaba cartas del shogún para el rey de España) mientras que la Embajada de Hasekura fue organizada y pagada por el señor de Sendai, el daimio Date Masamune, aunque claramente, contando con el visto bueno del shogún, con el objetivo de promover relaciones comerciales directas entre su dominio y la Nueva España y traer misioneros españoles a Japón; las cartas al rey Felipe III y el Papa estaban firmadas por el señor de Sendai y no por el shogún.

Réplica del galeón San Juan Bautista en Ishinomaki,  Miyagi, Japón. Fuente: Wikipedia

A diferencia de la otra embajada que fue de unas 23 personas la embajada liderada por Hasekura fue mayor. En un barco especialmente construido para el viaje, cuya construcción fue financiada por Date Masamune, llamado Date Maru por los japoneses y San Juan Bautista por los españoles, viajaban entre 150 a  180 personas, incluyendo a 10 samurais del shogún, 12 samurais del dominio de Sendai, decenas de japoneses entre marineros, mercaderes y sirvientes, y cerca de 40 españoles y portugueses incluyendo a Sebastián Vizcaíno que iba de pasajero (ver más abajo).

El galeón San Juan Bautista (D) en el puerto de la bahía de Acapulco según  el informe de Nicolás de Cardona de 1632 al rey de España. Fuente Wikipedia.

El galeón San Juan Bautista atracó en Acapulco, el 25 de enero de 1614. Luego, con aproximadamente ochenta hombres la misión de Hasekura se dirigió a la capital de Nueva España (pasando por localidades como Chilpancingo y Cuernavaca) a donde llegó, el 24 de marzo de 1614. El resto de los japoneses que se quedó en Acapulco tenía instrucciones de aprender de Nueva España y comerciar mercaderías. En Ciudad de México fueron recibidos por el nuevo Virrey Diego Fernández Córdoba, marqués de Guadalcázar.

Las instalaciones del fuerte de San Juan de Ulúa frente al puerto de Veracruz en la actualidad.

Después de varios meses en Ciudad de México, en donde muchos japoneses fueron bautizados, Hasekura partió hacia Puebla y Veracruz, dejando en el camino a la mitad de sus acompañantes.  En Veracruz se hospedaron en el Convento de San Francisco y el 10 de julio, con unos treinta acompañantes japoneses abandonó el islote-fuerte de San Juan de Ulúa abordo del galeón San Jusephe de la Flota de Nueva España rumbo a La Habana  a donde llegó el 23 de julio de 1614, y, luego de esperar la flota para salir en convoy y cambiar barcos en La Habana, el 7 de agosto de 1614 partió junto con Luis Sotelo para España  y arribaron a San Lúcar de Barrameda, el 5 de octubre de 1614.  Para los detalles de todo el itinerario del viaje de la Embajada ver, De Japón a Roma buscando el sol de la cristiandad. La Embajada de Hasekura (1613-1620), Archivo General de Indias, Sevilla (2013).

Lamentablemente para nuestra historia de los japoneses en el Mar Caribe, no se sabe nada de la estadía de Hasekura en La Habana ya que no se ha encontrado ningún documento histórico que refiera las actividades de la Embajada y los archivos de las órdenes religiosas desaparecieron cuando estas fueron suprimidas y sus bienes confiscados por medio del Real Decreto del 30 de enero de 1838. Todos los conventos religiosos en Cuba fueron cerrados.

Estatua de Hasekura en La Habana ergida en el 2001 la cual fue donada a Cuba por la Escuela Secundaria Shuko de Sendai Ikuei Gakuen en colaboración con la Escuela Preuniversitaria de Sendai Ikuei Gakuen. La estatua es una obra del escultor japonés  Mizuho Tsuchiya.

A su regreso de Europa acompañado por solo 20 japoneses ya que en Coria del Río se habían quedado unos cuantos, cuando Hasekura pasó por Acapulco, encontró que muchos de los japoneses que había dejado se habían casado con mujeres de la localidad y procreado hijos, mientras que otros habían retornado a Japón. Hasekura regresó a Asia con Luis Sotelo en el mismo galeón San Juan Bautista y arrivó en Filipinas desde Acapulco en abril de 1618. Pero las cosas no iban bien para los católicos en Japón. Prudentemente, Hasekura espero unos años en Filipinas antes de regresar a Sendai. Fray Sotelo fue menos precabido y al regresar a Japón fue hecho preso y quemado vivo en Omura, el 26 de agosto de 1624. Japón estaba por cerrarse al mundo

Hay que señalar que existieron dos Embajadas que salieron desde Nueva España hacia Japón. La primera del explorador y militar Sebastián Vizcaíno (ca. 1547-1627) tuvo lugar en 1611 mientras Alonso Muñoz se dirigía a España y la segunda de Fray Diego de Santa Catalina, en 1615, mientras Hasekura viajaba por Europa.

Cuando Don Rodrigo de Vivero naufraga y reside en Japón por varios meses incurre en gastos que son sufragados con un préstamo de 4 mil ducados del shogún. Vizcaíno viaja a Japón enviado por el Virrey de Nueva España para devolver el dinero y llevarse de regreso a los 23 japoneses que en 1610 habían venido con Rodrigo de Vivero, Alonso Muñoz y Tanaka Shōsuke. Sebastián Vizcaíno regresa a Nuevo España con la Embajada de Hasekura como pasajero en el galeón San Juan Bautista,

Por otra parte, mientras transcurría la misión de Hasekura, como resultado de la misión de fray Alonso Muñoz, el rey Felipe III decide responder la carta de Tokugawa Iyeyasu y ordena que Alonso Muñoz lleve dicha carta, pero Muñoz enferma y es sustituido por fray Diego de Santa Catalina quien viaja a Japón en 1615 llevando la orden de no traer más comerciantes japoneses en el viaje de regreso, cosa que él no pudo evitar.  Al llegar a Japón fray Diego de Santa Catalina fue fríamente recibido e informado que el cristianismo había sido declarado fuera de la ley en tierras niponas. Como su regreso a Nueva España fue cerca de febrero de 1617, los japoneses católicos en Acapulco que habían venido con la Embajada Hasekura ya sabían que regresarse a Japón no era buena idea.

¿Cómo vio Chimalpahin el arrivo de los japoneses a Nueva España?

Veamos lo que escribe sobre los atavíos de los japoneses según la traducción del náhualt de Miguel León Portilla.

Y del todo así se ataviaban como se atavían alla [en Japón]. Sólo se ponen uno como chaleco-camisa, encima se atan, en el medio, en la cintura, allí colocan una cadena de cobre, de suerte que de ella cuelgan su espada y como que así quedaba puesta encima. Y sus sandalias son de piel suave, blanda, la que se dice gamuza, como si fueran guantes para los pies. Con esto calzan sus pies, como de ningún modo con vergüenza, no gentes mansas, no humildes, tan sólo como águilas andan.

Y acicalan su cabeza, la rasuran con navaja, llegan al medio de la coronilla, así rasuran la superficie de la cabeza, la abrillantan, sólo allí donde comienza a adelgazarse, allí hacia el cogote, entrelazan su cabellera. Poseedores de esa cabellera larga, que llega la cuello, así se dejan esos cabellos largos, los cortan largos, como los de las muchachas. Así se ven porque así se los cortan. Y también algo grande su cabello en la nuca, que se junta como el que se deja a los jóvenes que trasquilan y lo atan torciéndolo y de este modo se acerca a la coronilla, así rectamente se ha rasurado y puede verse encima una corona [o cerco]. Por ello donde se adelgaza, en la nuca, su gran cabellera se entrelaza.

Y no tienen bigote, sólo sus rostros como de mujer, blanqueados, así hermoseados. Sus rostros blanqueados. Así es el cuerpo de los hombres del Japón, no muy altos. Así se vieron todas sus personas. 

Japoneses en Nueva Galicia en el siglo XVII

Nueva Galicia fue un reino autónomo del Virreinato de Nueva España creado en 1531. En su capital, Guadalajara, tuvieron lugar unos acontecimientos que pueden causar sorpresa a muchos venezolanos e hispanoamericanos ya que existe la firme creencia de que el mundo colonial hispano fue un mundo cerrado y poco tolerante. Se trata del surgimiento en Nueva Galicia de una pequeña pero influyente comunidad de inmigrantes japoneses.

Tapatío es el gentilicio de los nacidos en la ciudad de Guadalajara, en Jalisco. En el siglo XVII, en Nueva Galicia, en la sociedad tapatía de la época nos encontramos con una sociedad tolerante, cosmopolita (la población procedía de cuatro continentes), que no era xenófoba, y con una pequeña colonia de japoneses, en donde dos de sus miembros alcanzaron una alta posición en la sociedad en la cual «se reconocía, como hasta la fecha se hace, el éxito profesional sin importar la procedencia de las personas, siempre y cuando éstas mostraran verdaderas actitudes de adaptación».

Quien inicialmente hizo este descubrimiento, basado en un pequeño indicio del historiador Jorge Palomino y Cañedo, fue un historiador francés llamado Thomas Calvo que llamó a estos japoneses “blancos de honor”, su investigaciones documentales las publicó en un trabajo titulado, «Japoneses en Guadalajara: ‘Blancos de Honor’ durante el Seiscientos mexicano» (Revista de Indias, 1983). El núcleo de esta comunidad era de 3 o 4 japoneses varones, casados con indígenas mexicanas y sus descendientes. Sin embargo, hasta ahora solo se tienen documentos sobre dos de estos hombres cuyos nombres cristianizados eran Luis de Encío (ca. 1595-1666) de profesión mercader de quien se sabe residía en Guadalajara al menos desde 1634 y estaba casado con una indígena mexicana de nombre Catalina de Silva —  algunos registros dan pistas que hacen suponer que Encío estuvo en Nueva España al menos desde 1620, pero que no era residente en Guadalajara ya que trabajaba como comerciante viajero — y Juan de Páez (ca. 1608-1675), hombre de negocios y financista. Juan de Páez, quien estaba casado con Margarita, la única hija de Luis de Encío, con quien tuvo nueve hijos, «fue de los hombres más adinerados e influyentes de la región» y llegó a ser mayordomo de la Catedral de Guadalajara: «ser mayordomo de la “rentas decimales” de la Catedral de Guadalajara, ello durante poco más de 20 años…lo catapultó, sin duda, económicamente aún más y lo posicionó, a él y a su familia, de manera indiscutida, dentro de la élite tapatía del siglo XVII». Por otra parte, al morir, Luis de Encío y su esposa fueron enterrados en la catedral.

Según  Calvo, Luis de Encío fue un comerciante exitoso que llegó a hacerse, en 1643, con  el monopolio de la venta de vinos de coco y mezcal y también llegó a ser proveedor de comestibles para el presidente de la Real Audiencia quien compraba los productos para su esposa y fue «el centro de todo el núcleo asiático neogallego». A su vez, según Melba Falck Reyes y Héctor Palacios, en los documentos de la época Juan de Páez «figura específicamente en la proveeduría de servicios de administración de bienes, préstamos de dinero, especulación en compra-venta de plata, ejecución de compras, ventas y arrendamientos de bienes de terceras personas (ganado, tierras, inmuebles, esclavos, etcétera), cobros, así como representación legal de sus clientes, sobre todo en lo que a gestión de trámites burocráticos se refiere». Como era corriente en la época tanto como Juan de Páez como su suegro Luis de Encío tuvieron esclavos en sus casas y dominios (según Calvo, en Guadalajara, a partir de 1630 se comenzó a introducir esclavos provenientes de Angola por medio de los portugueses de Ciudad de México relacionados con mercaderes tapatíos).

Los orígenes de estos dos japoneses eran diferentes. Al parecer, Luis de Encío era un samurai que pudo haber venido con la Embajada de Hasekura. Ocurre que Luis de Encío firmó un documento con su nombre hispano y al lado escribió su nombre japonés en kanji y su nombre hispano en hiragana lo que le permitió al antiguo embajador de Japón en México, Hayashiya Eikichi (1919-2016) identificar aproximadamente el nombre y el origen de esta persona cuyo nombre en japonés es Fukuchi Soemon o Hyoemon (el primer carácter de su nombre no se puede leer bien, dice el embajador) y se presume que sea originario del pueblo de Fukuchi cerca de Sendai, al norte de Tokio (recordemos que la Embajada de Hasekura fue organizada por el Señor de Sendai, el daimyo Date Masamune).

Según su testamento, el segundo japonés que alcanzó una gran notoridead en la sociedad tapatía, Juan de Páez, nació en Osaka y se presume que fue un niño japonés huérfano educado por los jesuitas o por los franciscanos y traído a Nueva España cuando tenía cerca de 10 años de edad. Aunque en realidad no se sabe bien cómo fue que llegó a Nueva España y, en particular, a Guadalajara.

Como se puede ver, la portada del libro trae la firma de Luis de Encío (en japonés) y la de Juan de Paéz (en español).

Un libro con esta fabulosa historia fue publicado por Melba Falck Reyes y Héctor Palacios, titulado, El japonés que conquistó Guadalajara. La historia de Juan de Páez en la Guadalajara del siglo XVII (2009), historia que aquí, quisieramos, pero no podemos contar. Afortunadamente existe un artículo de los autores con el relato principal. Los invitamos a leerlo (Los primeros japoneses en Guadalajara). Por otra parte, el mismo embajador japonés Hayashiya escribió un relato sobre cómo averiguó los orígenes de Luis de Encío (ver Los Japoneses que se quedaron en México en el siglo XVII. Acerca de un samurái en Guadalajara).

Melba Falck Reyes y Héctor Palacios creen «poco probable que Páez haya llegado a través del viaje de regreso de Rodrigo de Vivero y Velasco (1610), al igual que en la Misión Hasekura (1614)» y piensan que es más probable «que haya llegado en el viaje de regreso de fray Diego de Santa Catalina (1617); pero aún más probable vemos a la ruta vía Manila, siendo esta ciudad destino de primera mano para los católicos expulsados de Japón, sobre todo a partir de 1614, así como de aquéllos desplazados por los acontecimientos bélicos de Osaka en 1615» (se refieren al Sitio de Osaka). Juan de Páez murió en 1675 y fue enterrado al pie del Altar del Santo Cristo de la Catedral de Guadalajara.

El posible origen japonés del capisayo

Culminamos el relato de las relaciones entre Japón y Nueva España con una singular conjetura sobre una posible apropiación cultural de una indumentaria japonesa por parte de los indígenas mexicanos.

Dicha conjetura se debe a la arqueóloga y antropóloga estadounidense Zelia María Magdalena Nuttall (hija de padre irlandés y madre mexicana) quien, en 1906, en un trabajo titulado The earliest historical relations between Mexico and Japan postuló que el impermeable hecho de hojas tejidas, llamada ‘capisayo’ por algunos indígenas mexicanos, es de origen japonés. En la lengua japonesa a este impermeable se le dice mino (蓑) y fue usado en Japón desde tiempos inmemoriales) — en su trabajo la antropóloga Nuttall no menciona el nombre de la indumentaria. Dice:

I will set an example by attributing to the Japanese who visited Mexico in the 17th century the introduction of the raincoat made of grass or palm leaves, which is worn by the Indians inhabiting the Pacific coast of Mexico, and which is said to be identical with that used in Japan from time immemorial. In this connection, it suffices to point out the significant fact that the members of Masumane’s suite returned to Acapulco from the City of Mexico in June, precisely at the beginning of the rainy season. It being absolutely necessary for them to have some protection from the torrential showers they were exposed to during their long journey, it seems more than probable that they deftly manufactured from native grasses or palm leaves such rain-coats as they had been accustomed to make and wear in their native land.

(Traducción: Daré un ejemplo al atribuir a los japoneses que visitaron México en el siglo XVII la introducción del impermeable hecho de hierba o hojas de palma, que usan los indios que habitan en la costa del Pacífico de México, y que se dice que es idéntico al que se usó en Japón desde tiempos inmemoriales. En este sentido, es suficiente señalar el hecho significativo de que los miembros de la delegación de Masumane regresaron a Acapulco desde la Ciudad de México en junio, precisamente al comienzo de la temporada de lluvias. Al ser absolutamente necesario para ellos tener alguna protección contra las lluvias torrenciales a las que estuvieron expuestos durante su largo viaje, parece más que probable que fabricaran hábilmente a partir de hierbas nativas u hojas de palma tales abrigos para la lluvia tal y como estaban acostumbrados a hacerlo y usarlo en su tierra natal).

Minos japoneses.

En nuestra investigación buscamos fotografías de ambas indumentarias, el mino japonés y el capisayo indígena, y, aunque no somos expertos en la historia de los tejidos, la verdad es que ambas indumentarias son muy similares. ¿Se copiaron los indígenas mexicanos de los nipones al ver a estos en Nueva España hacer y usar esta indumentaria para protegerse de las lluvias? 

Capisayos mexicanos

SECCIÓN II

La primera Embajada japonesa a Estados Unidos (1860) 

Después del paso de la Embajada de Hasekura por Cuba no hubo otra presencia de japoneses en el Mar Caribe hasta mediados del siglo XIX, es decir, casi después de doscientos cincuenta años. Sucedió que pocos años después del regreso de Hasekura a su país, el gobierno del shōgun Tokugawa Ieyasu expulsó a todos los extranjeros del Japón (en 1624, la comunidad española salió de los territorios nipones y los portugueses lo hicieron entre 1635 y 1639) y, en 1636, se le prohibió a los japoneses viajar al extranjero. Con ello se inició la política de aislamiento nacional (sakoku) que duró hasta 1853 cuando el Comodoro Perry, al mando de varios barcos de la Marina de los EE. UU. (los famosos black ships llamados así por sus quillas negras y el humo negro que salía por las chimeneas de los barcos) llegó a Japón para exigir la apertura del Imperio japonés al comercio y al mundo occidental, lo que llevó a la firma, el 29 de julio de 1858, del Tratado de Amistad y Comercio entre EE. UU. y Imperio de Japón.

Ilustración japonesa de la época de los barcos de guerra de los Estados Unidos (ca. 1854). Fuente: MIT Visualizing Cultures.

Aunque hay que aclarar que durante el periodo sakoku, contrario a lo que se piensa, Japón no estuvo totalmente aislado del mundo. El contacto de los japoneses con el exterior se dio en pequeños enclaves: con Corea mantuvo relaciones diplomáticas formales y el intercambio comercial se realizó desde un isla, llamada Tsushima, cercana a las costas de Corea; con China se hizo desde el puerto de Nagasaki; con Holanda se efectuó desde la minúscula isla de Dejima, cerca de Nagasaki, en donde se le permitió residir a los holandeses interesados en comerciar con Japón; y con el pequeño Reino de Ryūkyū (islas al sur de Japón que, para ese entonces, eran independientes aunque hoy son parte del territorio japonés); para detalles véase Foreign Relations during the Edo Period: Sakoku Reexamined.

Cuando Japón retomó el contacto con el mundo occidental se dio cuenta de su retraso tecnológico. Al percatarse del peligro que representaba el poder militar y económico de Occidente  comenzó a enviar delegaciones diplomáticas (llamadas Embajadas) a Estados Unidos (1860) y Europa (1862).

Para los efectos de nuestra historia sobre la presencia japonesa en el Caribe, nos interesa conocer un poco sobre la Primera Misión Japonesa a los Estados Unidos (万延元年遣米使節 Man’en gannen kenbei shisetsu) para ratificar, en Washington, D.C., el tratado firmado en 1858 y, también, para aprender de los Estados Unidos. En el siglo XIX, esta misión marcó el inicio de la diplomacia japonesa en el mundo occidental. Una caja con el tratado viajó con los emisarios samurais enviados por Japón a los Estados Unidos.

(De izquierda a derecha).  Los principales emisarios de una comitiva de 76 personas: el Vice-Embajador Muragaki, el Embajador Shimmi y el Inspector General Oguri. Fuente: fotografía tomada, el 4 de junio de 1860, en el Hotel Willard en Washington, D.C. la cual aparece en el libro, The First Japanese Embassy, 1920).

Esta visita produjo una gran curiosidad y sensación en la sociedad estadounidense de la época ya que, debido al cierre del Japón de la era Tokugawa al mundo occidental, los japoneses no eran conocidos en el mundo como si lo eran los chinos. Por otra parte, la apertura de Japón al mundo occidental fue considerado como un éxito de la diplomacia de los Estados Unidos por sobre la diplomacia británica y francesa y ello fue motivo de gran orgullo para los estadounidenses.

El 26 de mayo de 1860, la revista neoyorquina Frank Leslie’s Illustrated escribía: For the first time in history the most exclusive and mysterious of nations visits the freest and most accessible. Never before did such extremes meet…The importance of this Embassy from above thirty million of wealthy, ingenious, and industrious people cannot be overrated… (Por primera vez en la historia, una de las naciones más excluyente y misteriosa visita a la nación más libre y accesible. Nunca antes se habían encontrado tales extremos… La importancia de esta Embajada de un pueblo de más de treinta millones de personas ricas, ingeniosas e industriosas no puede ser sobrevalorada).

El palanquín, llamado en la prensa de la época Nourimon (en realidad, es Norimono, 乗り物), estaba laqueado en negro y no se podía ver su contenido porque una  tela de color rojo lo impedía, contenía una caja con el Tratado de Amistad y Comercio entre EE. UU. y Imperio de Japón. Fuente: la ilustración es de la revista neoyorquina Frank Leslie’s Illustrated (No. 235, Vol. 9, 2 de junio 1860) cuando la caja era llevada al Hotel Willard en Washington, D.C.

Para llegar a la capital estadounidense, los japoneses tuvieron que hacer una larga travesía en dos barcos. La delegación que salió de Japón, el 9 de febrero de 1860, estaba compuesta por 77 personas pero como una persona enfermó, el tamaño de la delegación que visitó Washington D. C. fue de 76 personas. La Embajada viajó en dos barcos. Uno de ellos, llamado USS Powhatan, pertenecía a la Marina estadounidense y en él viajaban los tres miembros principales de la misión: el Embajador Shinmi Masaoki, el Vice-Embajador Muragaki Norimasa y el Inspector General Oguri Tadamasa.

El USS Powhatan, de 2415 toneladas, fue botado el 14 de febrero de 1850. Abajo se muestra un dibujo del USS Powhatan enfrentando a una tormenta en el Pacífico durante el viaje. Este dibujo aparece en el «Diario de una travesía oceánica» (Tokai nikki,渡海日記) de Satō Tōshichi, 1807-1872 (佐藤藤七) quien era un miembro de la delegación que sirvió como asistente del Inspector Oguri Tadamasa. Fuente: Arriba, Wikipedia. Abajo, http://tozenzi.cside.com

Como escolta del USS Powhatan, iba otra nave, el primer barco de guerra de hélice de la Marina japonesa, llamado Kanrin Maru (咸臨丸), el cual era una corbeta con vela y máquina de vapor, encargada de accionar una hélice, que fue construida en Holanda en los astilleros del arquitecto naval Fop Smit, en Kinderdijk, y entregada a Japón en septiembre de 1857. En este barco viajaban 96 marinos japoneses bajo el mando del oficial naval japonés Katsu Kaishū (1823-1899) quien, debido a que los japoneses no tenían experiencia cruzando el Pacífico, fue asistido en el viaje por un oficial de la Marina estadounidense, el teniente John Mercer Brooke (1826–1906) y diez marineros estadounidenses.

El Kanrin Maru en San Francisco en 1860. Fuente: Wikipedia.

El USS Powhatan hizo una parada en Hawaii antes de proseguir hacia a San Francisco, en California, mientras que Kanrin Maru viajó directamente a esa misma ciudad. Después de un mes en San Francisco, el Kanrin Maru regresó a Japón y, el 7 de abril de 1860, el USS Powhatan continuó su viaje hacia Panamá.

Llegaron a Panamá a las 6:30 a.m. del 24 de abril. Como en ese entonces no existía el Canal de Panamá, para ir de la costa del Océano Pacífico a la del Mar Caribe, la delegación diplomática japonesa de 76 hombres utilizó el Ferrocarril de Panamá (inaugurado en 1855) para cruzar los 76,6 km que separan a Balboa, en la costa pacífica, de Colón, en la costa caribeña. Este ferrocarril fue construido y financiado por una empresa estadounidense dada la necesidad de tener una vía más expedita para ir desde la Costa Este de EE. UU. hacia California motivado, principalmente, a la Fiebre del Oro que existió en California entre 1848 y 1855.

En el Mar Caribe, a la delegación los esperaba otro barco de la Marina estadounidense, el USS Roanoke (una fragata de 3.400 toneladas) que los llevó hasta la bahía de Nueva York a donde llegaron el 9 de mayo. El 12 de mayo salieron hacia Washington. El Roanoke los llevó hasta el puerto natural de Hampton Roads cerca de Norfolk, en Virginia, y allí subieron en el barco a vapor «Filadelfía» para un viaje por el río Potomac hasta la ciudad de Washington, D.C., llegando, el lunes, 14 de mayo de 1860.

Después de verse con el Presidente de Estados Unidos James Buchanan Jr. (1791-1868) y otros altos funcionarios y participar en desfiles, banquetes y festejos, la delegación viajó a otras ciudades de la costa este, entre ellas Nueva York en donde recibieron una fastuosa bienvenida con un gran desfile, realizado el 16 de junio de 1860, y presenciado por medio millón de neoyorquinos, el cual motivó al poeta Walt Whitman a escribir el poema, A Broadway Pageant (Desfile en Broadway) cuyas primeras estrofas dicen:

Desfile de recibimiento de la Embajada japonesa en Nueva York, el 16 de junio de 1860. El carruaje lleva la caja con el tratado de amistad y comercio. Fuente: Esta y las fotos de la galería de abajo son de George Stacy y fueron tomadas de los archivos de la Biblioteca del Congreso de los EE. UU.(Library of Congress).

Over the Western sea hither from Niphon come,
Courteous, the swart-cheek’d two-sworded envoys,
Leaning back in their open barouches, bare-headed, impassive,
Ride to-day through Manhattan.

Libertad! I do not know whether others behold what I behold,
In the procession along with the nobles of Niphon, the errand-bearers,
Bringing up the rear, hovering above, around, or in the ranks marching
But I will sing you a song of what I behold Libertad.

(Este poema fue originalmente publicado con el título “The ErrandBearers” in the NEW YORK TIMES — 27 de junio de 1860 — y con un contenido ligeramente diferente).

Cruzando el Océano Atlántico a bordo del más moderno buque de guerra de los Estados Unidos, el USS Niagara, la Embajada japonesa regresó a Japón, y luego, vía el Cabo de Buena Esperanza, continuó por el Océano Índico hasta Shinagawa a donde llegaron, el 8 de noviembre de 1860. Los gastos del viaje fueron sufragados por el gobierno de los Estados Unidos y las ciudades que visitaron (San Francisco, Philadelphia y Nueva York).

Como los japoneses nunca se habían montado en tren, en Panamá, lo que más impresionó a la delegación japonesa fue su viaje en ferrocarril — aquí debemos recordar que la independencia de Panamá de Colombia ocurrió en el año 1903 por lo que, para esta época, Panamá solo era un Departamento de la República de Colombia. También, hacemos notar que Simón Bolívar, Presidente de la Gran Colombia, en 1827, fue el primero en comisionar un estudio — realizado entre 1827 y 1829 — para construir un ferrocarril entre Ciudad de Panamá en el Pacífico y San Lorenzo del Chagres en la costa atlántica.

Uno de los miembros de la delegación (un asistente del Inspector Oguri llamado Satō Tōshichi (佐藤藤七), 1807-1872) dejó en su «Diario de una travesía oceánica» (Tokai nikki,渡海日記) el dibujo del tren que los llevó a la ciudad portuaria de Colón ubicada en la costa del Mar Caribe (hacemos notar que en ese entonces, aunque en los documentos históricos relacionados con la Embajada esta ciudad es referida con el nombre de Aspinwall ya que esta ciudad fue fundada por los ciudadanos estadounidenses que construyeron el ferrocarril —llamado Panama Railroad — cuyo promotor fue William Henry Aspinwall, la ciudad era llamada Colón por la comunidad panameña-colombiana y Aspinwall por la comunidad estadounidense que operaba el ferrocarril).

Este dibujo del tren aparece en el «Diario de una travesía oceánica» (Tokai nikki,渡海日記) de Satō Tōshichi, 1807-1872 (佐藤藤七) quien era un miembro de la delegación que sirvió como asistente del Inspector Oguri Tadamasa. Fuente: http://tozenzi.cside.com

Las impresiones del corto viaje en tren de Balboa a Colón quedaron escritas en el diario del Vice-Embajador Muragaki. Al desembarcar, después de los cañonazos de saludo del USS Powhatan y del barco de recibimiento, el USS Lancaster, la delegación prosiguió hacia la estación del tren.

25 de abril

(…) como nos dijeron que Panamá, al ser un lugar pequeño, no valía la pena verlo. Inmediatamente nos llevaron a un tren compuesto por ocho vagones especialmente equipados para la Embajada. Algunos de los funcionarios locales y los cónsules ingleses y franceses vinieron con sus familias a saludarnos. Ahora todos tomamos nuestros asientos. El carro de Embajador fue el último y estaba bellamente decorado en su interior. Esta fue nuestra primera experiencia viajando en tren, sobre el cual habíamos escuchado tanto, y esperamos con impaciencia la hora de salida. Ahora el tren comienza a avanzar, rodando a lo largo de dos líneas de hierro. A medida que aumenta la velocidad, el temblor de los vagones se vuelve excesivo y el ruido es tan fuerte que no podemos oírnos hablar, y el tren avanza tan rápido que es casi imposible formarse una idea del terreno que está a nuestro alrededor; es como montar en un caballo al galope. Después de una hora, nuestro tren se detuvo en una estación, pero comenzó nuevamente en unos minutos. Cuando miré por la ventana no pude ver ni tierra cultivada ni bosque. Llanuras onduladas y colinas bajas se extienden desde el Pacífico hasta las costas del Atlántico. Poco de la exuberante vegetación peculiar de los trópicos, se puede ver aquí. Se cree que el istmo de Panamá es una de las partes más insalubres del mundo. El aire húmedo y venenoso, con calor intenso, hace que el lugar sea un hervidor para enfermedades peligrosas. Acabamos de pasar un poblado de buen tamaño a medio camino entre Panamá y Aspinwall, donde hay una estación. Los trenes por lo general paran aquí pero los nuestros no lo hicieron.

Antiguo mapa del Ferrocarril de Panamá. Fuente: Panamarailroad.org

Llegamos a Aspinwall a las 11 a. m. Habiendo hecho las 47 millas y media desde Panamá [Balboa] en tres horas. ¡Qué maravillosa velocidad! Se nos dice que el istmo de Panamá pertenece a España y que Estados Unidos compró el tramo de tierra requerido para el ferrocarril que se completó hace tres años a un costo de siete millones de dólares. Este terreno pobre y poco saludable se convirtió así en un enlace de comunicación entre los dos océanos, el Pacífico y el Atlántico. Nos llevaron directamente al puerto donde nos esperaba el “Roanoke”. Ella será nuestro hogar durante las próximas semanas, es decir, hasta que lleguemos a Washington. (Traducción libre del autor del libro The First Japanese Embassy, pp. 28-29).

Un dibujo del USS Roanoke llevando a la Embajada japonesa cuando el barco se acercaba a Sandy Hook, New Jersey, en la bahía baja de Nueva York, el miércoles, 9 de mayo de 1860. El barco piloto «Jane» se le aproxima. La ilustración apareció en la publicación Frank Leslie’s Illustrated del 26 de mayo de 1860.

Debido a esta experiencia, cuando la delegación diplomática regresó a Japón, surgió en ese país la primera empresa de ferrocarril. Los japoneses se quedaron impresionados no solamente con la “tecnología dura” (es decir, el tren con su máquina de vapor y vías ferroviarias) sino también con la “tecnología suave” (nos referimos al hecho de que el ferrocarril en el cual viajó la delegación fue construido y era operado por una corporación por acciones (stock corporation). El costo de construcción del ferrocarril fue de 7 millones de dólares y estuvo financiado por varios inversionistas estadounidenses quienes formaron la empresa Panama Railroad Company).

La tarifa del viaje en tren canceladas por los pasajeros cubrían los costos operativos de la empresa y las ganancias restantes se distribuían entre los inversionistas. Cuando el Inspector Oguri se enteró de este mecanismo, inmediatamente se dio cuenta de que los comerciantes japoneses podían hacer lo mismo en Japón. A su regreso se creó la primera stock corporation de Japón (las primeras empresas por acciones creadas fueron Hyogo Trading Company, Tsukiji Hotel y Obuse Ship Company).

Mapa de Panamá mostrando las ubicaciones de Balboa, Ciudad de Panamá, Colón y Portobelo.

En las siguientes dos entradas del diario del Vice-Embajador Muragaki hay otros comentarios más sobre Panamá y algunos sobre Cuba.

26 de abril

A las 9 a.m. El “Roanoke” [fondeado en Colón] levó el ancla . A las 3 p.m., para tomar un suministro de agua dulce, echó el ancla en Portobelo. Este es un lugar muy pequeño con pocas casas, al pie de una colina densamente cubierta de arbustos, en donde fluye buena agua fresca de entre las rocas. Hay muchos monos en el monte. Uno de ellos fue llevado a bordo como mascota de la tripulación. Tiene la cara negra y su larga cola es muy útil para él, ya que puede colgarse de ella y así tener sus cuatro pies en libertad. Esto es una gran ventaja para él en su hogar en el bosque. Este animalito es una de las obras maestras de la naturaleza. Cuando ya teníamos suficiente agua, salimos de Portobelo y nos hicimos a la mar.

3 de mayo

Ayer por la tarde avistamos Cuba, y esta mañana seguimos corriendo a lo largo de la costa occidental, con su larga gama de colinas cerca del mar, claramente visibles. De las muchas posesiones insulares de España que se encuentran dispersas por todo el mundo, Cuba es la más rica. Se dice que sus grandes recursos naturales, como el azúcar, el tabaco y el café enriquecen enormemente a España, hay ahora 30.000 soldados españoles custodiando este tesoro de isla. (Traducción libre del autor del libro The First Japanese Embassy, p. 30).

1868: Los japoneses comienzan a emigrar

Pasarán varios lustros para que otros japoneses, ¡los nikkeijin (日系人) o los inmigrantes nipones!, lleguen de nuevo a las costas del Mar Caribe. En la segunda parte de Caribe Nipponica veremos cómo fue que ocurrió la llegada de los nikkeijin a las costas del Mar Caribe.

El segundo segmento de nuestra historia trata el comienzo de la emigración nipona a mediados del siglo XIX. Y, sobre cómo este inicio está relacionado con las necesidades de mano de obra de la industria azucarera en las islas de Hawaii y las presiones económicas y sociales que impulsaron a los japoneses a emigrar. Comenzaremos la segunda parte con la llegada de los japoneses al Reino de Hawaii que para ese entonces todavía era un país soberano e independiente. 

La segunda parte viene próximamente.

¡Espérenla!


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NOTAS PARTE I

(1) El «Diario de una travesía oceánica» (Tokai nikki,渡海日記) de Satō Tōshichi, 1807-1872 (佐藤藤七) permaneció inédito hasta el 2001 cuando fue publicado con el título, “Bakumatsu Kenbei Shisetsu Oguri Tadamasa Jusha No Kiroku: Nanushi Sato Toshichi No Sekai Isshu”(幕末遣米使節小栗忠順従者の記錄 : 名主佐藤藤七の世界一周 / 編著村上泰賢). Nuestro trabajo no tuvo acceso a esta obra. Los dibujos de Satō Tōshichi incluídos fueron tomados de la página web: Three Ships That Carried the First Japanese Embassy to the United States Around the World. 

Colomar Albajar, Mª Antonia y Lázaro de la Escosura, Pilar (2013). De Japón a Roma buscando el sol de la cristiandad. La Embajada de Hasekura (1613-1620), Archivo General de Indias, Sevilla.

Healey, John (2017). The Samurai of Seville, Arcade Publishing, New York.

Molina Medina, Norbert (2012). Historia de las relaciones diplomáticas Venezuela-Japón:(1938-2008). Universidad de los Andes, Centro de Estudios de África, Asia y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas” José Manuel Briceño Monzillo”.

Nordyke, E. C., & Matsumoto, Y. S. (1977). Japanese in Hawaii: a Historical and Demographic Perspective, Hawaiian Journal of History, volume 11, pp. 162-174.

The America-Japan Society (1920). The First Japanese Embassy, Tokyo.

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SOBRE EL AUTOR: José G. Álvarez Cornett ( @Chegoyo en Twitter )

Miembro de COENER, del grupo “Physics and Mathematics for Biomedical Consortium“, y de la American Physical Society (APS). Representante de los Egresados ante el Consejo de Escuela de Física, Facultad de Ciencias, UCV.

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